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Jenna Ross

Para estas personas, la vida tras dejar de beber es más alegre y satisfactoria

MINNEAPOLIS— Estos cuatro habitantes de Minnesota están listos para darte la bienvenida al lado sobrio.

Aquí, las cosas tienen un aspecto diferente al que tenían hace una década. El seltzer ha dado paso a impresionantes cócteles sin alcohol. Es tan probable que las conversaciones tengan lugar tanto en Instagram como en el sótano de una iglesia. No beber es una elección por la que vale la pena brindar, celebrar y etiquetar a personas.

Las historias de estos no bebedores difieren en aspectos clave: algunos están estrictamente sobrios y otros simplemente no tienen alcohol en su sistema; algunos otros dejaron de beber después de un momento bajo y traumático en sus vidas; para otros fue más sutil; a algunos les resultó sencillo dejar de beber; y otros lo describen como una batalla diaria.

Pero todos dicen que, cuando dejaron de beber, sus vidas mejoraron. Las vidas de los que les rodean también lo hicieron. Aquí, en este lado, hay menos peleas y más fiestas en las que se baila.

Sus historias han sido editadas para que mayor extensión y claridad.

ERIN FLAVIN. Cuarenta y tres años, propietaria de Honeycomb Salon.

Mi padre era dueño de un bar. Recuerdo que me encantaba el sabor de los sorbos de cerveza y el olor del sótano. Llegábamos a casa de la iglesia y yo preparaba un destornillador para mis padres. Era la forma en la que todos se reunían: jugaban a las cartas y bebían.

Como alguien en sus cuarentas, me aficioné a los buenos vinos, los naturales. Sofistiqué mi alcoholismo.

Durante el COVID, me di cuenta de que beber alcohol era mi única afición—además de trabajar compulsivamente e intentar cuidar de mis hijos. Estábamos bajo una enorme presión, con el negocio cerrado y los niños en casa todo el tiempo. Las mañanas eran estresantes. Todo el mundo gritaba en mi cocina.

Ahora estamos mucho más relajados en nuestra casa. En la mañana hacemos fiestas para bailar. Nos perdonamos más y nos hacemos menos bromas. Soy más amable conmigo misma. Es una palabra cursi, pero eso es un regalo.

Dejar de beber hizo que empezara esta búsqueda de todas las buenas bebidas sin alcohol. Solíamos dar a la gente una copa de vino o una lata de Hamm's cuando venían por un servicio de peluquería. Ahora les ofrezco algo sorprendente que no tiene alcohol: "Por Dios, esta cosa tiene corteza de abedul y sal y caramelo; es tan divertido beberla".

Shop Marigold en Honeycomb se convirtió en mi nueva tienda de botellas. Me entusiasma invertir mi energía en algo que inicialmente me incapacitaba para lograr algo nuevo y emocionante. Quiero hacer que sea más socialmente aceptable no beber o tomarse un descanso de hacerlo.

Nos hemos reído un poco ante el hecho de que soy un salón. Es decir, ¿una tienda de botellas unida a un salón [de belleza]? No sé, me parece algo tan natural. Un lugar en donde la gente se reunía a convivir se llama salón.

Me encanta el ambiente que tenemos ahí. Eso es lo que siempre he querido: tener un lugar en el que al instante te sientas desconectado de todo lo demás.

ERICK HARCEY. Cuarenta años, chef/consultor culinario.

Los niveles de adicción en la industria restaurantera—es una cosa aterradora, de la que no se habla. El estrés y los excesos que implican esa carrera. Sales del trabajo en la noche para ir a sentarte a un bar hasta que cierra, y luego vuelves a hacer lo mismo al día siguiente.

Tardé mucho tiempo en darme cuenta de la gravedad de mi problema. La bebida no parecía detener nada. La verdad es que te afecta de todas las maneras posibles. Pero no crees que así sea. Eres un barco a la deriva.

Uno de los mayores catalizadores: mi esposa estaba embarazada y me detuvieron por manejar borracho. Yo estaba como "Esto es una locura". Tengo que estar ahí para mi esposa y mis hijos. Todo en mí se trata de ser padre. Fue entonces cuando empecé a tomar la decisión de cambiar.

De ninguna manera fue una decisión fácil.

Mi padre me conectó con uno de sus amigos que tenía 30 años siendo sobrio. Empecé a ir a AA y conseguí patrocinadores. Cuando cumplí ciertas metas, empecé a retribuir al programa: empecé a patrocinar gente. Esa es, para ser honesto, una forma muy importante de poner a prueba tu propia sobriedad, siendo en cierto modo responsable de ayudar a otra persona con la suya.

Comencé a abrir mis propios restaurantes en esa época y traté, por mi propio bien, de construir una especie de refugio seguro. Atraje a jóvenes cocineros que empezaron a escuchar por ahí que este era un hogar para personas en recuperación.

Hace unos años, abrí en mi ciudad natal lo que creí que iba a ser el restaurante de mis sueños. Pero ser cocinero en un pueblo pequeño es muy difícil. Estaba más que estresado, nunca estaba en casa. Estoy a una milla y media de la escuela de mis hijos, y aun así me estaba perdiendo todo. Estuve sobrio todo el tiempo, pero me registré en un retiro en Wayzata y hice 30 días de estancia hospitalaria.

Me di cuenta de que mi sobriedad es más importante que cocinar.

Estando sobrio soy un mejor padre, un mejor amigo, un mejor hijo, un mejor esposo. De ninguna manera la sobriedad a largo plazo es miel sobre hojuelas. Pero ya has hecho este trabajo durante 14 años. Sabes dónde encontrar ayuda, sabes a quién llamar.

KATY ARMENDARIZ. Treinta y siete años, fundadora de Minnesota CarePartner y Roots Recovery.

Nací en Corea y pasé de un orfanato a un hogar de acogida antes de ser adoptada por una familia de Minnesota. Era la única persona de color, me cambiaron el nombre a Katy Johnson y me criaron con platillos típicos de Minnesota.

Cada vez que decía "Creo que esta señora me está tratando de forma diferente", mis parientes lo negaban. "No, no es por eso", "No creemos que esté siendo racista", "Supéralo".

A pesar de todo eso, mi familia y yo somos bastante cercanos, pero fue una etapa muy solitaria, muy invalidante.

En 2017, estaba lidiando con aspectos del trauma racial que experimenté y que no había sanado, así como con el clima político. Y me sentía completamente abrumada, comenzando una empresa desde cero como mujer de color sin financiamiento, además de tener que criar a dos niños pequeños.

Empecé a beber vino por la noche, después del trabajo, para descomprimirme. Eso se convirtió en cinco o seis noches a la semana.

Empecé a preocuparme. Mis padres y mi pareja se mostraron preocupados. Quería estar sana y completa. Y entonces me di cuenta: no voy a tener un millón de oportunidades.

Estando en tratamiento y terapia de grupo, experimenté silenciamiento y microagresiones, así que decidí abrir Roots Recovery como un enfoque diferente al tratamiento. Intentamos apartarnos del enfoque tradicional, añadiendo componentes holísticos, como nutrición, yoga sensible al trauma y el apoyo de la comunidad. Nos gustaría ayudar a transformar el sistema para que este sea más humano, más centrado en el cliente.

Los ciclos de opresión y los traumas históricos crean estas disparidades en el sistema de bienestar infantil, lo que genera más historias como la mía, en la que existe esta pérdida de cultura e identidad cultural. El consumo de sustancias por parte de los padres es la primera razón por la que los niños son retirados de sus hogares. Está arruinando vínculos y destrozando familias.

Mi vida tiene un potencial ilimitado como resultado de mi historial de recuperación. En lugar de socavarme y escapar aún más de mí misma y de quienes me rodean, he reunido fuerza para luchar por un cambio significativo.

ERIC DAYTON. Cuarenta y un años, director general de Askov Finlayson y cofundador de Great Northern Festival.

Mi padre [el ex gobernador Mark Dayton] lleva en recuperación por alcoholismo desde 1987, desde que yo tenía siete años. Así que crecí con más conciencia sobre las posibles consecuencias negativas del alcohol.

La bebida pasó a formar parte de mi mundo profesional, al estar en el negocio de la hostelería, en el bar Marvel y el [restaurante] Bachelor Farmer. Nunca llegué a pensar en eso como un problema. Era más bien que, un martes por la noche, después del trabajo, quizá tenía mi última reunión del día en el bar Marvel y me tomaba una o dos copas. Me iba a casa y no pensaba mucho en eso. Pero el miércoles por la mañana me sentía un poco cansado.

¿Eso haría que estuviera un poco malhumorado con un compañero de trabajo o que fuera un poco menos paciente con mi hijo? Ese tipo de microimpacto tiene el potencial de irse sumando con el tiempo.

A finales de 2016, mi esposa estaba embarazada de nuestro segundo hijo, así que sabía que la vida iba a ser aún más agitada. Había muchas cosas que quería lograr profesionalmente. Pensé, "Tengo un gran año por delante, y me pregunto si podría ser incluso un 10% más productivo si dejara de beber".

Ahora, en retrospectiva, esa decisión aportó mucho más de lo que esperaba.

Lo que me sorprendió de inmediato fue perder bastante peso. Simplemente se fue. Probablemente tardé un poco más en notar los beneficios de tener una mejor y más constante calidad de sueño, y lo que eso implicaba en lo relativo a mis niveles de energía, productividad y estado de ánimo.

Al final del año, había tantos aspectos positivos—y tan poca sensación de haber perdido algo— que seguí adelante.

De inmediato pienso que debo decir que siento mucha humildad y gratitud ante el hecho de que para mí ha sido fácil, porque soy muy consciente de lo difícil que resulta para mucha gente.

Para mí, fue una obviedad convertir un año en dos, en cinco. El hecho de no beber me ha empujado a tener nuevos pasatiempos. Me interesa mucho el ciclismo. El verano pasado hice un viaje con un amigo, desde Minneapolis hasta Grand Marais. Probablemente no habría tenido tiempo de entrenar para eso si hubiera estado bebiendo.

Para muchos de nosotros existe la idea de que, si alguien deja de beber, su vida tiene que estar muy mal como para tomar esa decisión. Haber tocado fondo. Esa es la historia que todos hemos escuchado.

Yo solo diría que, desde mi propia experiencia, la vida era bastante buena en 2016. Pero eso no significa que no exista la posibilidad de tener una vida significativamente mejor.

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