El reglamento de los Juegos Olímpicos, llamado Carta Olímpica, contiene numerosos estatutos destinados a fomentar la "neutralidad política". No protestar en el campo de juego, no usar símbolos ni hacer gestos con las manos; esa clase de cosas.
Sin embargo, la política y el certamen tienen una historia larga e incómoda.
Pensemos en la Alemania nazi, que usó los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 como herramienta de propaganda, o en los terroristas palestinos que secuestraron y asesinaron a miembros del equipo israelí en 1972, en Munich. Estados Unidos y la Unión Soviética intercambiaron boicots en la década de 1980 y los rebeldes chechenos amenazaron con atacar los Juegos de Sochi, en 2014.
En cada caso, la competencia siguió adelante. Esta vez, el sentimiento es diferente.
Los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022 en Beijing fueron criticados por grupos de derechos humanos que se oponen a celebrarlos en un país acusado de perseguir a los musulmanes uigures y otras minorías étnicas. Estados Unidos y sus aliados más cercanos protestarán al negarse a enviar a una delegación habitual a la ceremonia de apertura del 4 de febrero.
Los líderes del Comité Olímpico Internacional (COI), que eligieron a China por razones financieras, respondieron insistiendo en que su evento cuatrienal está "más allá de todas las disputas políticas". En un momento de activismo social sin precedentes en el deporte, este debate ético deja a los atletas atrapados en el centro. "Sé que es algo en lo que mucha gente está pensando", consideró el patinador sobre hielo estadounidense Evan Bates. "Nosotros también somos seres humanos, y cuando leemos y escuchamos sobre las cosas que están sucediendo [en China]… lo detestamos".
Las emisoras y los patrocinadores corporativos caminan por una cuerda floja similar. Han pagado mucho para adherirse a los anillos olímpicos y ahora deben equilibrar la celebración de los elegantes triples ejes y las deslumbrantes carreras cuesta abajo con una realidad más dura.
¿Podría la política convertir a Beijing en los "Juegos de la Culpa"? La respuesta es complicada.
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En una era en la que cuesta miles de millones de dólares organizar los Juegos Olímpicos -y los países autoritarios pueden escribir el cheque sin la amenaza de un referéndum o una reacción violenta del público-, no había muchas opciones para seleccionar un anfitrión para el 2022.
La licitación se redujo a Beijing y la dudosa ciudad de Almaty, Kazajstán, después de que varios candidatos europeos se retiraron. China ganó en una reñida votación y los acontecimientos recientes sugieren que, si el COI hubiera elegido a Almaty, es posible que no hubiera habido Juegos de Invierno este año.
Aun así, la elección de Beijing provocó críticas inmediatas debido al historial de trasgresión a los derechos humanos de China, su represión de las protestas a favor de la democracia en Hong Kong y las políticas exteriores agresivas hacia Mongolia y otros vecinos. Los estudiantes tibetanos protestaron encadenándose a los anillos en el exterior de la sede del COI en Suiza. No ayudó, en cuanto a la imagen, cuando una de las propias atletas chinas, la tenista Peng Shuai, desapareció durante varias semanas, en noviembre pasado, después de acusar públicamente a un exfuncionario del Partido Comunista de agresión sexual. Más tarde dijo que la malinterpretaron.
"Los Juegos Olímpicos son inevitablemente un momento de pasión y drama. Eso debe celebrarse", escribió Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. "Pero el objetivo de Beijing es usarlos como una tapadera propagandística para la represión".
Una tendencia reciente les impide a los atletas ignorar el alboroto.
El asesinato de George Floyd a manos del oficial convicto Derek Chauvin, en mayo del 2020, y el posterior tiroteo policial a Jacob Blake, desencadenaron un nuevo nivel de conciencia social en el mundo del deporte, más que la negativa de Muhammad Ali al ejército y que el gesto con los puños de Tommie Smith y John Carlos sobre el podio en las Olimpiadas de la Ciudad de México de 1968. Los atletas comenzaron a protestar en mayor número cuando las huelgas forzaron aplazamientos en baloncesto profesional, beisbol, hockey, futbol y tenis. En los Juegos Olímpicos de Tokio, el verano pasado, el equipo de futbol femenino de EE.UU se arrodilló antes de la competencia y la lanzadora de peso Raven Saunders cruzó los brazos sobre la cabeza en el pedestal de medallas para mostrar su apoyo a "las personas oprimidas".
"No creo que sea negativo que un atleta asuma una postura", comentó Tucker West, un competidor estadounidense en trineo. "Los deportistas tienen voz, ¿por qué no usarla?".
Pero el impulso de ser socialmente responsable se volvió más complicado cuando, a medida que se acercaban los Juegos de Beijing, algunos convocaron a los atletas olímpicos a organizar un boicot.
Los Juegos de Invierno se llevan a cabo solo cada cuatro años y ofrecen una rara exposición televisiva a deportes especializados, como el biatlón y el salto de esquí. La administración Biden lo reconoció al anunciar que no enviará a ningún representante político, pero eligiendo no penalizar a los atletas que pasaron toda su vida preparándose para el momento. Como dijo el patinador artístico Vincent Zhou: "Tener preocupaciones sobre las cosas que suceden en el clima político o en otros lugares es importante, pero no es productivo para nuestro objetivo principal".
La dupla de baile sobre hielo de Bates y Madison Chock -también pareja fuera de la pista- ejemplifican las emociones encontradas que muchos aspirantes olímpicos han sentido en los últimos meses. Si bien Bates describe los abusos contra los derechos humanos como "terribles y espantosos", Chock tiene buenos recuerdos de haber competido en China. "Las personas a quienes hemos conocido fueron maravillosas", reconoció. "Sé que esos temas no representan a todo el país, porque hay mucha gente buena".
Ella tiene otra razón para sentirse en conflicto. "Soy en parte china, y eso me inculcó el amor por el país", comentó. "No todo es tan blanco y negro".
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Con Los Ángeles como anfitriona de los Juegos de Verano de 2028 y Salt Lake City como candidata para los Juegos de Invierno de 2030, no debería sorprender que los líderes olímpicos estadounidenses hayan adoptado la postura del COI sobre China. "Creemos firmemente que los gobiernos del mundo, incluido el nuestro, y los respectivos equipos diplomáticos y de expertos, deben liderar la conversación sobre las relaciones internacionales", remarcó Sarah Hirshland, directora ejecutiva del Comité Olímpico y Paralímpico de EE.UU (USOPC, por sus siglas en inglés)."Todavía intentamos permanecer en nuestro propio carril".
La pregunta es: ¿Qué sucederá después, si ocurre algo?
El COI promulgó una política de derechos humanos para las ciudades anfitrionas, pero no entrará en vigor hasta los Juegos de París de 2024. Aunque los activistas pidieron un apagón televisivo, NBC pagó 7.750 millones de dólares por los derechos de transmisión de los Juegos Olímpicos hasta 2032, y procederá según lo planeado. Queda por ver cómo el presentador de horario estelar Mike Tirico y sus colegas abordarán el tema al aire.
Los principales patrocinadores, incluidos Visa, Toyota y Coca-Cola, han estado igual de silenciosos. Omega le dijo a Bloomberg News que está monitoreando la situación y Allianz emitió un comunicado donde señalaba: "Respaldamos el movimiento olímpico y nuestro apoyo de largo tiempo a sus ideales no vacilará".
En cuanto al gesto diplomático de EE.UU, junto con aliados como Canadá y Reino Unido, ¿los fanáticos realmente extrañarán a la primera dama, Jill Biden, o al segundo caballero, Douglas Emhoff, sentados en el palco de dignatarios, el próximo mes?
Todo ello pone la responsabilidad sobre los deportistas. Claramente quieren competir en Beijing, pero también podrían aprovechar la oportunidad para hablar. El USOPC se está preparando para hacer demostraciones en el campo de juego; su presidenta, Susanne Lyons afirmó: "Ciertamente, nuestros atletas tendrán sus puntos de vista".
China no reaccionó con amabilidad a las críticas públicas en el pasado. La televisión estatal canceló los juegos de la NBA después de que el gerente general de los Rockets de Houston, Daryl Morey, tuiteara su apoyo a los manifestantes de Hong Kong, y el actor John Cena sintió la necesidad de disculparse, nada menos que en mandarín, después de referirse a Taiwán como un "país" en una entrevista -China no reconoce su soberanía-. La tenista Peng fue simplemente la última celebridad china en desaparecer después de condenar al gobierno.
"Sin protección garantizada por parte del COI o las autoridades chinas, recomendamos encarecidamente a los atletas que no hablen sobre cuestiones de derechos humanos mientras estén allí", pidió Global Athlete, un grupo internacional de activismo, en un comunicado emitido a principios de este mes. "La desaparición de Peng Shuai es un claro ejemplo del tipo de riesgo que enfrentan los deportistas cuando se expresan".
Los funcionarios de la USOPC reconocen el potencial de problemas en Beijing.
"Nos estamos asegurando de que los atletas comprendan las reglas y leyes del país al que vamos y dónde podrían estar esos riesgos, porque las leyes son diferentes a las de nuestra nación", destacó Hirshland.
Si bien la "tensión política continua", como la llama Lyons, podría convertirse en una distracción, el esquiador de estilo libre David Wise cree que él y sus compañeros de equipo se mantendrán alerta.
No habrá mucho tiempo para reflexionar sobre la geopolítica cuando comience la competencia, ciertamente no cuando Wise se sumerja en el medio tubo y gane velocidad para lanzarse, dando volteretas por el aire.
El doble medallista de oro olímpico cree que toda su atención se centrará en aterrizar de manera segura, y todos esos debates éticos se desvanecerán. "Personalmente, no tengo suficiente 'ancho de banda' para todo eso".
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Este artículo fue publicado por primera vez en Los Angeles Times en Español.