DALLAS— Los empleados de Focused Care en Waxahachie, Texas, terminan cada reunión del personal con un canto de grupo.
"RAMP it up!", gritan al unísono. RAMP, que significa "residents are my priority" (los residentes son mi prioridad), es un llamado a la acción para los 62 trabajadores del asilo, quienes están encargados de atender a las poblaciones de mayor riesgo de la comunidad.
Y es evidente que los miembros del personal se toman a pecho ese mensaje. Las enfermeras, las auxiliares de enfermería certificadas, el personal de cocina y las amas de llaves dicen que conocen a sus residentes como si fueran parte de su propia familia.
A medida que la variante ómicron se propaga, enfermando a algunos empleados y obligando a otros a quedarse en cuarentena, el personal de Focused Care ha dado un paso adelante, como lo hizo en todas las oleadas anteriores. Trabajan horas extras, se quedan hasta tarde y responden llamadas en mitad de la noche—todo para garantizar que sus residentes estén bien atendidos.
"Sabemos que, si nos vamos, nadie va a estar aquí para nuestros residentes, así que intentamos ayudarnos mutuamente", dijo Shaniece Dickerson, una enfermera de la residencia.
La escasez de personal ha afectado a los centros de cuidados a largo plazo durante la pandemia, obligando a algunos a limitar el número de nuevos residentes que podrían aceptar.
A nivel nacional, las residencias de ancianos y los centros de asistencia perdieron más de 230,000 trabajadores—más del 15% de la plantilla— desde el comienzo de la pandemia, según American Health Care Association y National Center for Assisted Living.
Los casos de COVID-19 entre los residentes de asilos del norte de Texas están aumentando gracias a la variante ómicron, según los datos del Departamento de Salud y Servicios Humanos de Texas. En la región de cuidados a largo plazo que comprende los Condados Dallas, Denton, Tarrant y Collin, los casos pasaron de 1,139 el 11 de enero a 1,633 el 18 de enero.
Los funcionarios de Focused Care dicen que al asilo le ha ido relativamente bien con el personal, en comparación con otros asilos. La instalación no vio un éxodo masivo de trabajadores durante las cuatro oleadas de COVID-19 en el norte de Texas, dijo Randy Langford, director ejecutivo de operaciones en el asilos.
En cambio, cubrir los puestos vacantes ha resultado difícil. Langford dijo que está intentando contratar a más trabajadores para poder darles más descansos al personal actual, pero los candidatos no suelen presentarse a sus entrevistas.
Al principio de la pandemia, atribuyó parte de la falta de interés en el campo a las prestaciones federales de desempleo, que daban a los trabajadores la flexibilidad financiera para quedarse en casa. Los centros de cuidados a largo plazo también tuvieron una mala reputación al principio de la pandemia, dijo Langford, debido a los primeros brotes que hubo en los asilos.
A los problemas de personal se suma el hecho de que los trabajadores de los asilos no son inmunes al COVID-19. A lo largo del país, el personal de los asilos tuvo más de 58,000 casos semanales hasta el 16 de enero, frente a los 5,919 que se tuvieron cuatro semanas antes, según informó Centers for Disease Control and Prevention.
En Focused Care, 14 trabajadores han dado positivo en las pruebas del virus durante la oleada de ómicron. El centro, que realiza pruebas al personal dos veces por semana, aún no ha tenido dos semanas consecutivas sin al menos un caso de COVID-19 desde que la variante ómicron llegó al norte de Texas.
Dickerson, que empezó a trabajar como parte del personal de cocina de Focused Care hace unos 10 años, regularmente toma turnos adicionales, trabajando a veces entre 15 y 20 horas extra a la semana. Pasa todo ese tiempo usando una mascarilla N95, para proteger a los ancianos residentes.
Aunque a veces es física y mentalmente agotador, dice que está ahí para apoyar al resto del personal. "Somos como una familia, y eso es lo que nos mantiene unidos", dijo.
Los asilos, al igual que los hospitales, son empresas que funcionan las 24 horas del día. Tienen que estar dotados de personal en todo momento, y se requiere personal adicional en situaciones de emergencia.
En la actualidad, Focused Care no tiene ningún residente con COVID-19. Pero cuando un residente contrae el virus, el centro abre una "zona de riesgo".
Un rincón de seis habitaciones en el asilo se convierte en una mini sala para COVID-19, con cinta roja y cortinas que advierten a la gente que no entre a menos que sea absolutamente necesario. Los empleados que trabajan en la "zona de riesgo" no trabajan en ningún otro lugar del centro, y los que están fuera de la "zona de riesgo" nunca entran en ella.
Ataviados con lo que la directora interina de enfermería, Julia Smith, comparó con una bolsa de basura plástica, los trabajadores de la "zona de riesgo" deben permanecer con el equipo de protección completo puesto en todo momento. Es una realidad difícil cuando se atiende a pacientes que desean la oportunidad de tener contacto humano y conexión, dijo.
A diferencia de lo que ocurría al principio de la pandemia, se permite la entrada de visitantes a las instalaciones, aunque tienen que usar mascarillas, responder a preguntas sobre posibles exposiciones al COVID-19 y someterse tomas de temperatura.
Ver a sus residentes sufrir por el aislamiento del primer año de la pandemia fue especialmente desgarrador, dijo Smith. Aunque no contrajeran el virus, muchos residentes vieron cómo su salud se deterioraba por la mera soledad que representaba no poder estar con sus familias.
"Siempre que entrevisto a alguien, le pregunto '¿Qué te trae a un lugar de cuidados a largo plazo?', porque este es el trabajo más difícil que llegarás a amar", dijo. "Si no tienes el corazón para hacer esto, no vas a tener éxito y no vas a ser feliz".
Smith, al igual que muchos de sus compañeros, trabaja muchas más horas que antes del inicio de la pandemia. Comenzó a trabajar en Focused Care a finales de noviembre, cuando las cifras de COVID-19 llevaban más de un mes en descenso. Entonces llegó el ómicron.
Responsable de formar al personal de enfermería en las últimas directrices federales de seguridad, además de coordinar la atención a los residentes del centro, Smith afirma que regularmente trabaja más de 60 horas a la semana. Eso no incluye las llamadas telefónicas que recibe de su personal durante la noche, cuando técnicamente está fuera de servicio.
No es raro que Langford tenga que volver a Focused Care a altas horas de la noche a causa de un problema con un residente o con el edificio. Langford, que trabajó como pastora antes de dedicarse a la gestión de cuidados a largo plazo, estuvo en el centro hace unos días, en medio de la noche, porque se rompió un interruptor. El COVID-19 no ha hecho más que empeorar las horas, dijo.
"He trabajado más fines de semana de los que probablemente he trabajado en toda mi carrera desde que comenzó el COVID", dijo. "Representa problemas muy singulares".
El personal de Focused Care intenta hacer lo que puede para mantenerse positivo, incluso con el futuro incierto por la pandemia. Las pequeñas cosas, como reírse con los residentes y bromear entre ellos, son las que mantienen motivados a los empleados para venir a trabajar cada día. Eso, y el amor.
"Como ya dije, es el trabajo más difícil que se puede amar", dijo Smith. "Porque, si no fuera por la gracia de Dios, esa persona que está ahí tirada podría ser uno de tus seres queridos".