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Sophie Novack

Bajo el Agua

Bajo el Agua

Las colonias, asentamientos irregulares en la frontera entre México y Texas, se ven sumamente afectadas por las tormentas, inclusive las más pequeñas. Para una asociación local sin fines de lucro, la solución está en generar vivienda accesible y sustentable, pero ¿cómo reconstruir en un área que se inunda constantemente?

Lourdes Salinas en el punto elevado desde donde llamó para pedir ayuda y evacuar residentes en la inundación de Junio del 2018.
Verónica G. Cárdenas
Lourdes Salinas en el punto elevado desde donde llamó para pedir ayuda y evacuar residentes en la inundación de Junio del 2018.

Por Sophie Novack
Traducido por Alvaro Cespedes
April 27, 2020
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Lourdes Salinas estaba parada al final de su calle mientras veía como su vecindario se inundaba.  

La mañana del 20 de junio de 2018, despertó con el sonido de una lluvia intensa cayendo en el techo de su casa blanca de tabique. Tomó un paraguas y se apresuró a través del jardín delantero, cruzó una reja de tela metálica donde un letrero hecho a mano le indicaba a las visitas “gritar”, a falta de un timbre. Esquivó baches llenos de agua mientras bajaba por la pendiente resbaladiza de la colina. Se detuvo en el borde de North Baseline Road, la calle que divide su colonia, Indian Hills, entre el lado este y oeste. Veía una bandera de Estados Unidos chorreando en el patio de su vecina, cerca de un letrero en un árbol se leía “Mantén Texas hermoso. Comunidad orgullosa”. Del otro lado de la calle, un mini-súper color salmón ofrecía leche, huevos, tacos y barbacoa los domingos; más atrás, la lluvia llenaba los jardines, mojando los autos viejos y la ropa que colgaba en tendederos. Los niños nadaban en el agua turbia, llena de basura, como si fuera una alberca. Un canal cercano amenazaba con desbordarse. Salinas, de 59 años, exaltada gritó “¡Dios mío, salgan de la colonia!” “¡Saquen a sus familias, váyanse!”

La colonia de Lourdes Salinas, en el condado de Hidalgo, junto con muchos otros vecindarios fronterizos empobrecidos, se ubican en zona de riesgo de inundación. Incluso tormentas pequeñas pueden dejar a los residentes varados por días. Pero esta lluvia era distinta, implacable, caía desde la cima de West Indian Hills directo por la pendiente hacia el este, donde el agua había estado acumulándose desde temprano. 

“Es algo irónico: Yo era administradora para los Trabajadores Agrícolas Unidos en los ’80s, trabajamos mucho en llevar agua potable a las colonias, ahora trabajamos en sacar el agua de lluvia.”

La Gran Inundación de Junio del 2018, como la nombró el Servicio Meteorológico Nacional, dejó varios pies de agua en comunidades de toda la región, clausurando negocios y sumergiendo autos. Salinas, una organizadora comunitaria involucrada en una organización sin fines de lucro de asesoría para la vivienda, sabía que muchos de las casas de sus vecinos no estaban construidas para aguantar tormentas. Tomó su directorio y su celular, cubierto por una funda que dice “Jesus” en manuscrita. Llamó a todo el que se le ocurrió que tuviera camionetas del tamaño suficiente, buscando ayuda para evacuar a los vecinos.

Cuando la ayuda por fin llegó, no fue de la manera en la que Salinas lo esperaba. Los primeros vehículos en llegar fueron las pickups blancas con rayas verdes de la Patrulla Fronteriza.

El teléfono de Lourdes vibraba sin parar, llegaban mensajes de sus vecinos diciendo “Diles que se vayan.” Salinas y otros organizadores llevaban años enseñándole sobre sus derechos a las familias inmigrantes, instruyendolos a no abrirle la puerta a nadie. Ahora los oficiales de migración estaban ahí, en sus casas, pidiendo a los residentes—algunos de ellos indocumentados—subirse a sus camionetas. “La gente no quería salir en la emergencia, tenía miedo de que los fueran a llevar a la cárcel en lugar de a un refugio,” dice Lourdes.

Rápidamente revisó su libreta de contactos, e hizo un par de llamadas más; la oficina del Comisionado del Condado, la estación de televisión local. Esa noche llamó a su jefa, la directora ejecutiva de Proyecto Azteca, Ann Cass. Recuerda que le dijo “¡Dios mío! ¿Qué hago?” “¿Cómo saco a esta gente de aquí?”

Durante años, los organizadores comunitarios en las colonias han peleado por drenaje, mejoras en la vivienda y en la infraestructura básica. En estas viviendas, improvisadas y desplazadas en las periferias, los residentes tienen que valerse por sí mismos. Mientras el cambio climático intensifica las tormentas e inundaciones, los defensores de las colonias se enfrentan con la misma pregunta que muchas comunidades empobrecidas alrededor del mundo: cómo o si seguir reconstruyendo en un lugar que no parara de inundarse.

***

Me reuní con Ann Cass en la pequeña casa blanca y roja que alberga las oficinas de Proyecto Azteca en San Juan, 20 millas al oeste de Indian Hills. Su escritorio estaba repleto de papeles mientras que una hoja en la pared leía “El desorden creativo es mejor que la pulcritud ociosa.”

La labor de Proyecto Azteca se centra en la idea de vivienda segura y accesible. Desde 1991, la asociación sin fines de lucro ha construido casas para algunos de los habitantes más pobres de las colonias del Condado de Hidalgo. Donde aproximadamente un tercio de la gente vive en situación de pobreza. La organización, con 12 empleados, ha construido casi 1,000 casas en 130 de las 900 colonias del condado. Los candidatos elegibles son responsables de pagar los impuestos y el seguro de la casa, así como contribuir con labores de “mano de obra” y mantenimiento. La necesidad de viviendas dignas es cada vez más urgente: las comunidades empobrecidas en la frontera de México y Texas sienten los efectos del calentamiento global de manera más severa. Un estimado de 500,000 personas vive en estos asentamientos en Texas. Donde décadas de negligencia han atrapado a familias en un círculo vicioso de pobreza, que se amplifica por las persistentes tormentas y un proceso de recuperación discriminatorio y que, según varios litigios en los últimos años, subestima dramáticamente las necesidades de la gente pobre.

Una calle en East Indian Hills, la cual se inundó en Junio 2018. (Credit: Verónica G. Cárdenas)

“No queremos construir un vecindario que se inunde, especialmente considerando el calentamiento global y el cambio climático.” dice Cass. Los mapas de inundaciones son obsoletos y cada vez más áreas que no se inundaban ahora lo hacen, es difícil saber dónde construir. “Mientras el condado se expande y el asfalto y cemento se amplian, el agua cambia su rumbo. Hemos hablado de tal vez elevar las viviendas.” “Estamos trabajando en investigación … en cómo construir una casa que de verdad sea sostenible.”

Actualmente, los que viven en colonias son de los más vulnerables a dos amenazas: la inminente temporada de huracanes y la pandemia de COVID-19. En el Rio Grande Valley, el cual cuenta con tasas muy altas de pobreza y falta de seguro médico, hay aproximadamente 689 casos confirmados de COVID-19, con el 44 por ciento en Hidalgo County. Cass dice que los empleados de la oficina de Proyecto Azteca están trabajando desde el hogar y la construcción de viviendas a través del programa ha continuado, siguiendo las pautas de la pandemia. Ella dice que está trabajando para aprovechar los recursos del condado para ayudar aún más a las familias. Personas que ocupan viviendas de calidad inferior están en mayor riesgo: A veces no pueden permitirse el lujo de dejar de trabajar y quedarse en casa, muchas viven en condiciones abarrotadas, y les pueden faltar instalaciones de saneamiento adecuadas y lugares seguros para ponerse en cuarentena. Para los que viven en colonias, “no pueden, en muchos casos, mantener a alguien en un cuarto separado de los demás” si contrae el coronavirus, según Ann Millard, una profesora jubilada de Texas A&M University que vive en el área. “Se van agravando las barreras y dificultades.”

Los inmigrantes mexicanos empezaron a asentarse en colonias en los bordes de Texas alrededor de 1950. Muchos campesinos con salarios bajos expulsados de las grandes ciudades a causa de los altos costos compraron lotes baratos en áreas periféricas y ahorraron para construir lo que les alcanzaba. El estado designa las colonias como tales porque históricamente han carecido de infraestructura, como pavimentación, electricidad y agua potable. Las condiciones de muchas colonias han mejorado significativamente en los últimos años, gracias a los incansables organizadores comunitarios, pero queda mucho por hacer.

Salinas aún aboga por calles y alumbrado público en West Indian Hills, donde ha vivido por 25 años. Dice que es un tema de seguridad, especialmente combinado con el hecho que muchos residentes no tienen una dirección registrada. Con frecuencia, los paramédicos no saben llegar; aún si supieran, tendrían dificultades para llegar debido a la oscuridad. Cada que Lourdes escucha una ambulancia cerca, sale de su casa para guiarla hacia la dirección correcta. Durante un incidente reciente, los paramédicos pasaron 3 veces enfrente de la casa indicada antes de encontrar a su vecina, quien estaba sufriendo un ataque al corazón. Eso motivó a Lourdes a registrar su dirección, por si acaso.

Hoy en día, el gran problema de las colonias es el drenaje, dice Cass. “Es algo irónico: Yo era administradora para los Trabajadores Agrícolas Unidos en los 80’s, trabajamos mucho en llevar agua potable a las colonias, ahora trabajamos en sacar el agua de lluvia.”

Construir una casa sostenible, a prueba de inundaciones puede ser complicado y costoso. Además, la demanda de nuevas casas es enorme y Proyecto Azteca está rebasado, con una lista de espera de miles de familias, que crece diariamente. Construir una casa nueva le cuesta a Proyecto Azteca alrededor de $50,000 dólares. La organización determina donde construir con base en en los apoyos y subvenciones que recibe y enfocándose en las áreas de mayor necesidad. A veces, las casas que son reemplazadas están parchadas con lámina corrugada o tablones de madera; a veces son antiguas casas rodantes o en ocasiones la casa está completamente destruida y la familia no tiene nada. Cass me enseña fotos de una casa hecha de residuos de madera, parcialmente cubierta por lonas, conectándose al drenaje del vecino a través de una manguera. Proyecto Azteca construyó una casa para esta familia, cuando se entregó la Navidad pasada, el padre dijo que eso era el mejor regalo, que sus hijos pudieran bañarse con agua caliente. Cass recuerda otro caso de una casa construida en parte de viejas lonas de propaganda política. 

Lupita Mora y su familia solían enfermarse por el moho en su antigua casa. Su nueva casa, vista en la imagen, hecha por Proyecto Azteca, se mantiene seca. (Credit: Verónica G. Cárdenas)

Ya que muchas personas no evacuan durante las tormentas, tener una casa firme y resistente es mucho más importante.

Cass me cuenta que “Cuando parece que va a llover, mucha gente se pone ansiosa, se pregunta, ‘¿Van a poder ir los niños a la escuela mañana?’… ¿Qué va a pasar esta vez?.”

El miedo a la deportación es uno de los desafíos más grande que enfrenta el área en una situación de tormenta, especialmente porque para ir al norte es necesario pasar por los puntos de control de la Patrulla Fronteriza. (El departamento de Aduanas y la Patrulla Fronteriza de EEUU no respondió a las preguntas del Texas Observer sobre si ayudar a evacuar durante las tormentas, como ocurrió en Indian Hills, es rutinario, o con qué frecuencia ocurre. Cass dice que ahora están teniendo conversaciones con los residentes de las colonias para que no se sorprendan si vuelve a ocurrir.) Hay obstáculos financieros para evacuar también: “Mucha gente no tiene dinero para evacuar, ¿Qué van a hacer esas personas?”

***

Antes de que Lupita Mora obtuviera una nueva casa a través de Proyecto Azteca, ella y su familia pintaban la fachada de su pequeña casa de dos recamaras en la colonia Muñiz al noreste de San Juan, de un color nuevo cada año. La pintura, insistencia de su esposo, era una distracción ineficiente del interior, donde había hoyos en el piso donde se arrastraban ratas y muros y ventanas cubiertos de moho.

Mora, de 67, recuerda que la casa estaba inclinada hacia un lado, y había una brecha entre la puerta y el piso como de 4 pulgadas. Cuando llovía afuera, llovía adentro también. El jardín se inundaba, convirtiéndose en un lago negro con un olor que penetraba en la casa y venía acompañado de un ejército de mosquitos. En ocasiones, las condiciones de la casa enfermaban a la familia con fiebre o erupciones. Mora dice que en dos ocasiones le dio neumonía por el moho, una de esas veces estuvo hospitalizada 3 días. 

Pero inclusive en tormentas fuertes, la familia se quedó. Compraron la pequeña casa y el predio de un cuarto de acre por $26,000 dólares hace casi dos décadas, cuando llegaron desde Río Bravo, en México, a buscar un mejor tratamiento para el cáncer de su esposo. Como muchos de los residentes de las colonias, les preocupa evacuar y dejar atrás lo poco que tienen.

“Mucha gente no tiene dinero para evacuar, ¿Qué van a hacer esas personas?”

Cuando se trata de recuperación de desastres, la asistencia gubernamental es notoriamente lenta e insuficiente y a menudo abandona a los residentes de bajos ingresos a su propia suerte. La región no recibió asistencia pública de FEMA después de la inundación de junio del 2018 porque el daño estaba abajo del umbral de los $37 millones, según la agencia. De acuerdo a David Fuentes, Comisionado del Condado de Hidalgo para el Recinto 1 y miembro de la Junta del Distrito de Drenaje, eso dejó a las entidades locales con problemas de flujo efectivo para reparaciones de infraestructura. El precio promedio del fondo de desastres para la vivienda en los condados de Hidalgo, Cameron y Jim Wells fue menos de $5,800 dólares.

Cuando ocurrió la inundación de Indian Hills, FEMA todavía estaba distribuyendo fondos de recuperación del Huracán Dolly en el 2008, esto porque un tribunal favoreció a los residentes de una colonia, un batalla legal que duró un año.

La Oficina Territorial General de Texas está buscando nuevas formas de distribuir los fondos de mitigación de daños por inundación en el Valle ­–una parte de los 4 millones que, impulsados por el Huracán Harvey, el congreso se apropió para proyectos de mitigación en Texas– esa posibilidad alienta a los organizadores comunitarios. Sin embargo, en la audiencia pública de diciembre del GLO en Weslaco, se cubrieron únicamente las inundaciones de 2015 y 2016 en el área. Una nueva ley que aprobó la legislatura el año pasado, considerando el Huracán Harvey, dedica fondos para proyectos de control de inundaciones en todo el estado; Fuentes tiene esperanzas de que el Condado de Hidalgo se vea beneficiado por esto en el 2021.

La hija de Mora planea aplicar para ayuda de Proyecto Azteca para reconstruir su casa, que está al final de la calle de la casa de su mamá, en la colonia Muñiz. (Credit: Verónica G. Cárdenas)

Mientras tanto, Proyecto Azteca se enfoca en cómo construir casas más resilientes. Ya construyen sobre montículos de tierra a un pie de altura del suelo, pero la organización busca formas de elevar las futuras estructuras aún más y reforzar los techos. Otra organización sin ánimo de lucro, La Corporación de Desarrollo Comunitario de Brownsville, ofrece ayuda similar en asistencia a la vivienda en el condado de Cameron y Willacy, se está expandiendo porque “la necesidad de vivienda accesible es tremenda en todos lados,” dice Josué Ramírez, quien recientemente se unió a la organización de Vivienderos Texanos. Otros grupos también se dedican a instruir en mejores técnicas de reconstrucción. “El problema es que seguimos construyendo las misma casas” dice Martha Sánchez, una organizadora comunitaria con LUPE, quien ha abogado por mejor drenaje y mejores viviendas en las colonias durante años. “La gente construye su propia casa porque no tiene dinero para contratar a alguien.” Construyen ahorrando material, como si el reglamento de construcción no aplicara para ellos; el resultado es un círculo vicioso de construir y reconstruir. Los cambios cuestan más a corto plazo, pero duran mucho más, dice. “Necesitamos más Proyectos Azteca, uno no es suficiente.”

***

Magdalena Capetillo presenció la inundación del 2018 desde la ventana de su casa construida por Proyecto Azteca en East Indian Hills. Antes de que su casa se construyera en 2015, Magdalena, su esposo y cuatro hijos vivían hacinados en una casa rodante de dos cuartos, en un pequeño lote que compraron por $10,500 dólares, años atrás. Vivieron en la casa rodante por 6 meses, hasta que se incendió y la familia perdió todas sus pertenencias en media hora.

Poco antes, alguien había ido a arreglar unos cables a la casa, y les advirtió que no estaba cableada correctamente y podría ser peligroso. Después hizo una predicción profética, le dijo a Magdalena, de 37 años, que seguramente ella y su familia tendrían una casa real en ese lote algún día.

Después del incendio la familia no pudo pagar otro alojamiento. Su único ingreso son los $300 dólares semanales, que el esposo de Magdalena gana como mecánico. Después de que se quemó su casa, la familia de 6 vivió en un cuarto extra que un vecino les prestó, durante un año. No tenían alternativas, hasta que, por coincidencia, Magdalena escuchó sobre Proyecto Azteca, que en en ese momento tenía un subsidio para construir casas en el vecindario. Años después, vio como la inundación crecía hasta su calle, desde dentro de una casa mucho más resistente—“muchísimo, muchísimo mejor,” dice. El agua llegó a su jardín, pero no entró a su casa.

La casa de Magdalena Capetillo hecha Proyecto Azteca en East Indian Hills. (Credit: Verónica G. Cárdenas)
Magdalena Capetillo y su esposo sentados en su cocina en la casa que comparten con sus cuatro hijos. (Credit: Verónica G. Cárdenas)

Salinas estima que menos del 10% de las colonias, más o menos 1,500 casas terminan siendo evacuadas. Fuentes, quien ayudó con las evacuaciones esa noche, dice que los que se quedan, como Capetillo y su familia, terminan atrapados en la colonia por casi una semana. Lourdes regresó durante los días siguientes en camionetas y balsas para sacar a la gente que necesitaba ayuda médica urgente, como diálisis. Proyecto Azteca y otros grupos organizaron donaciones de agua y comida.

Casi un año después, en junio de 2019, la región se inundó otra vez. Cuando le pregunto a Capetillo si está nerviosa por inundaciones futuras, duda y sacude la cabeza en signo de no. “Lo que Dios mande” me dice, mientras mueve los frijoles en la estufa.

Arriba de los gabinetes de la cocina se alinean los trofeos de su hijo mayor, un niño de puro diez, determinado a conseguir una beca, ir a la universidad y dedicarse al desarrollo inmobiliario, me platica orgullosa. Capetillo pasa casi todo su tiempo como voluntaria de una iglesia cercana, cree que Dios la conectó con Proyecto Azteca y mantuvo el agua lejos de su casa en la inundación de hace dos años. Cuando venga la próxima tormenta “Él me mantendrá a salvo.”

Ha pasado por mucho, “Mi vida no es fácil,” me dice. Tiene suerte de tener una nueva casa, pero el camino ha sido arduo. “No es como el sueño americano,” quiere asegurarse que incluya eso en la historia.

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